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Dos Salud

Salud mental de los periodistas

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La salud mental de los periodistas y otros profesionales de los medios de comunicación siempre ha sido un tema tabú.

En ello influye en gran medida la creencia casi generalizada de que los comunicadores sociales existen para informar sobre las necesidades y el sufrimiento de los demás, no para sufrir.

Expresiones como “los periodistas están disponibles los 365 días del año”, “los periodistas tienen una hora de inicio pero no de finalización”, “los comunicadores deben estar siempre conectados”, “los periodistas están siempre disponibles” y “los periodistas nunca abandonan una historia que empezaron a cubrir hasta el final han contribuido a la dura imagen que las propias empresas periodísticas atribuyen a estos profesionales. Estas frases, arraigadas en la psique de los periodistas, son una forma de hacerles ver que deben estar siempre listos para cualquier tipo de cobertura y que, una vez en el terreno, no pueden abandonarlo bajo ningún concepto.

Los comunicadores también son enviados a zonas de guerra, de conflicto y de alto riesgo, sin las mínimas medidas de seguridad. Esto se vivió recientemente en Covid 19, donde se vio a periodistas cubrir los detalles de los efectos de la pandemia con una sola máscara.

Muchos trabajadores de los medios de comunicación estaban estresados y ansiosos, no sólo por el miedo al contagio, sino también porque les preocupaba transmitir el virus a sus familiares directos, algunos de los cuales tenían comorbilidades que aumentaban el riesgo de morir por infección.

Los estudios demuestran que muchos profesionales de los medios de comunicación padecen estrés, trastornos del sueño, depresión, trastornos de ansiedad y trastorno de estrés postraumático, así como “burnout” (estrés laboral crónico que se manifiesta como fatiga física y mental).

Los periodistas prestan poca atención a su salud física, por no hablar de su salud mental. Están tan ocupados con su trabajo que a menudo acuden al médico cuando se produce una crisis de salud, porque muchos se consideran insustituibles e imprescindibles. Olvidan que los medios de comunicación seguirán informando de las noticias tanto si están ellos como si no.

El estrés postraumático está incluso relacionado con las historias que cuentan. Esto se debe a que reconocen que hay miles de personas en situaciones similares, aunque a menudo son ellos el canal de resolución, pero no tienen el “privilegio” de que sus preocupaciones lleguen a los medios de comunicación.

Y las impresiones que reciben de sucesos especialmente trágicos permanecen en la memoria del comunicador. Hay imágenes que el lector nunca ve. Esto se debe a que los periodistas han dado por sentado que no las publicarán para evitar momentos desgarradores a sus audiencias.

A la sobrecarga de trabajo se suma la falta de horarios y la escasez de personal en las redacciones. Los bajos salarios han obligado a los periodistas a recurrir a “segundos empleos” para asegurar el sustento de sus familias, lo que hace que pasen más tiempo en la empresa para la que trabajan que en casa.

La digitalización de los medios de comunicación ha aumentado aún más la carga de trabajo de los periodistas; por ejemplo, en muchas entrevistas, los periodistas actúan también como reporteros gráficos y tienen que grabar vídeo para completar sus reportajes.

Con los grupos de Whatsapp creados para facilitar el periodismo, los periodistas se llevan los medios a casa y la conexión sólo termina cuando se van a dormir.

En esta situación, no hay lugar para el ocio ni para pasar tiempo con la familia, ya que a menudo tienen que cubrir a compañeros que están fuera por enfermedad o los fines de semana de vacaciones. Ni que decir tiene que no disfrutan de sus días libres; al contrario, trabajan más intensamente esos días.

Las reuniones con los medios de comunicación a las que asisten suelen estar pensadas para aumentar su carga de trabajo, rara vez para anunciarles aumentos salariales u otros incentivos que les ayuden a aumentar su nivel de compromiso con la empresa. Al igual que los demás ciudadanos, los profesionales de los medios de comunicación también sufren la subida de los precios de los artículos de primera necesidad y de la electricidad, temen ser víctimas del aumento de la delincuencia callejera, pero, sobre todo, carecen de seguridad médica, tienen una pensión reducida y acaban trabajando por enfermedades causadas por la intensidad de su trabajo.

Actualmente se está produciendo un fenómeno que ilustra cómo esta realidad está afectando a los medios de comunicación: los comunicadores, especialmente los más jóvenes, están siendo canalizados hacia las relaciones públicas institucionales y corporativas, donde reciben mejores salarios e incentivos y están menos estresados en el trabajo.

La fuga de cerebros hacia otros ámbitos laborales e incluso hacia profesiones no especializadas es preocupante, pero en muchos casos no se dedica el tiempo necesario a formarse en los medios de comunicación.

Tampoco los llamados periodistas de la vieja guardia tienen un alto nivel de compromiso con la empresa.

Lamentablemente, hay que admitir que la mayoría de los medios de comunicación, a pesar de ser diligentes a la hora de intentar contar lo más posible a su audiencia y de valorar sus opiniones, no están dispuestos a escuchar a los creadores de la información que, en última instancia, determina su razón de ser.

¿Nos hemos parado alguna vez a pensar cómo se sienten los periodistas, qué quieren y qué les preocupa?

Una de las actitudes que valoro positivamente en los jóvenes periodistas con los que trabajo en el sector digital de los medios de comunicación es que suelen sacar tiempo para relajarse en el trabajo, celebrar los cumpleaños de los compañeros, sus logros académicos y profesionales, e incluso relajarse cuando se despiden para buscar nuevos horizontes Esto hay que hacerlo. Y los comunicadores también estamos ocupando espacios para compartir y reír en medio de nuestro agotador trabajo diario, con pocos momentos para alimentar la convivencia humana que necesitamos. Es un espacio que las empresas también deberían ofrecer a sus empleados, sin esperar al Día Nacional del Periodista, el 5 de abril de cada año.

Rompe el silencio y la calma que caracteriza a los periodistas veteranos y les mantiene concentrados en su trabajo sin darles un momento de respiro.

Con tanta frecuencia vemos a comunicadores que se acercan al final de sus carreras, aquejados de Alzheimer, Parkinson, derrames cerebrales y otras enfermedades neurodegenerativas, olvidados y abandonados por la sociedad a la que han hecho valiosas contribuciones.

Los medios de comunicación tienen la responsabilidad de invertir en la salud mental de quienes trabajan en ellos y humanizar sus prácticas. Y los propios periodistas deben reconocer que no somos máquinas inagotables de generar noticias sobre las quejas, necesidades, sufrimientos y logros de los demás.

Somos seres humanos con las mismas necesidades que los demás. Y a veces sólo deseamos que alguien se tome el tiempo de escuchar nuestras propias historias. fuente TRA Noticias


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